Friday, July 21, 2006

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El juicio: Estás aquí  
 
Para los que viajan manejando en las carreteras en los EE.UU., hay lugares a lo largo del camino en donde puedes detenerte a descansar.  Estos lugares, apropiadamente llamados las áreas de descanso, tienen cuartos de baño, máquinas de venta, y otras amenidades.  En muchos áreas de descanso hay un mapa fijado en la pared del área que en estás viajando.  La carretera en que estás viajando es normalmente destacada en este mapa.  Normalmente, hay también en el mapa un círculo oscuro con una flecha con un subtítulo pequeño que lea, “Estás aquí.”  Este círculo te deja saber en el mapa, donde estás en realidad.  Este sistema del círculo, la flecha, y del subtítulo, también se utiliza en estructuras de edificio grandes como centros comerciales, centros de convención, o parques de atracciones.  Ves un directorio, y en este directorio puedes ver un mapa del lugar.  Entonces en el mapa, verás un círculo oscuro, una flecha pequeña, y un subtítulo que lea, “Estás aquí.” 
 
Las profecías históricas como las encontradas en Daniel 2 y 7 son como esta clase de mapas que nos dejen saber donde estamos en cuanto a la historia de este mundo.  Estas profecías históricas comienzan normalmente cuando se dan.  En el caso de Daniel 2 y 7, comienzan con el reino de Babilonia, puesto que fueron reveladas a Daniel durante el reinado del Babilonia en el área.  Las profecías subsecuentes omiten a Babilonia porque fueron dadas después de la caída de Babilonia. Se omite cualquier cosa que sucediera antes del tiempo en que se da la profecía.  Conjeturo que Dios asume que el profeta puede leer las escrituras hasta entonces reveladas, y descubrir que pasó antes del tiempo de los profetas.  Mientras la profecía continua revela a los profetas, y a nosotros, qué acontecimientos seguirán en la historia del mundo.  Noten que culminan siempre con la extirpación de reinos terrenales y el establecimiento del reino eterno de Dios.  Resumiendo, las profecías históricas demostraron a Daniel dos cosas:     
 
1.  Donde él estaba en el horario del plan de Dios de la salvación - estás aquí,  
2.  Y, como continúa la historia del mundo con la culminación gloriosa el establecimiento del reino de Dios – a donde se dirige.      
 
Sin embargo, la profecía no sólo dice a Daniel donde él estaba históricamente, esta puede también decirnos a nosotros donde estamos.  Si seguimos la profecía y la interpretación, pronto descubriremos que entre la caída de la Roma papal en el final del décimo octavo siglo y del regreso de Cristo, hay ahí un juicio (Daniel 7:9, 10).  Pues hemos estudiado ya que el juicio justifica a Dios, Su carácter, Su gente, y el carácter de Dios en ellos.  El juicio también expone a los que profesen, tener “apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella” (2 Timoteo 3:5), de los que en verdad Temen a Dios, y le dan gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adoran a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas. (Apocalipsis 14:7).    
 
El sentido común entonces nos dice que estamos ahí: en la época del juicio.  Sí, mi amigo, nos están juzgando. Nuestros nombres y los de todos que han profesado adorar a Dios se están repasando para considerar si las obras de bien de Cristo (Su Justicia) moran en nosotros.   De hecho, es por eso que Apocalipsis 3 nos llama Laodicences - gente juzgada.  Para los que han recibido el manto de las obras de bien de Cristo  y su amor perfecto - ágape - no hay nada temer.  El juicio es buenas noticias para ellos.  Pero, para las que caminan dormidos espiritualmente diciendo, Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo (Apocalipsis 3:17), el juicio es malas noticias.  Sin embargo, incluso entonces, podemos superar nuestro miedo del juicio, porque Dios nos anima a que compremos de él el remedio a nuestro problema del pecado y al miedo que nos causa, leamos en Apocalipsis 3:18 - 21,   
 
18 Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas.
19 Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete.
20 He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.
21 Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.
 
Qué hermosas invitación y promesa ofrece este pasaje.  Todo lo que Dios pide de nosotros es oír su voz y llamado a las puertas de nuestro corazón, dar vuelta hacia él y dejarlo entrar.  A nosotros los que aceptemos esta invitación: él cenara con nosotros, y nos sentara en su trono.  Entonces el juicio se convertira en un recordatorio de esa maravillosa invitación y promesa que Jesús nos ha hecho.