Friday, December 08, 2006

Deja Ir De Las Nueces

 Deja Ir De Las Nueces

 

La gente en la India captura monos tomando un tarro que tenga un cuello estrecho, y lo entierran en la tierra debajo de un árbol donde están los monos que saltan y que bailan en las ramas de árbol.  La gente deja la boca abierta, dejando la vasija fuera del suelo unas cuatro o cinco pulgadas. Entonces ponen nueces en ella. El mono lo encuentra, pone su mano en el tarro, consigue un puño grande lleno de nueces, y después intenta sacarlo. Pero el puño no saldrá porque esta lleno de nueces. El mono estaría sentando allí toda la noche intentara sacar su puño lleno de nueces.  Por la mañana el colector del mono camina de manera casual y poniendo una cuerda alrededor del cuello del mono, golpea ligeramente en su mano y se lo lleva.  El mono, quien por naturaleza es totalmente libre, jugando en las ramas del árbol y caminando alrededor despreocupado, termina en una jaula, apenas porque él no dejó ir de las nueces.

 

Puedes encontrar fácil mofarte de estas criaturas por no ser lo suficiente sabio dejar para ir de qué lo estaba atrapando. ¿Pero acaso somos diferentes a ellos? ¿Estamos dejando que esas cosas que amamos nos atrapen, y por lo tanto no sólo perdemos nuestra libertad, pero nuestras vidas y nuestra salvación? Apenas como los monos, el apetito es un grave problema para nosotros.

 

Consideremos a Esaú. Leamos en Génesis 25:29 - 34

 

29 Y guisó Jacob un potaje; y volviendo Esaú del campo, cansado,

30 dijo a Jacob: Te ruego que me des a comer de ese guiso rojo, pues estoy muy cansado. Por tanto fue llamado su nombre Edom.

31 Y Jacob respondió: Véndeme en este día tu primogenitura.

32 Entonces dijo Esaú: He aquí yo me voy a morir; ¿para qué, pues, me servirá la primogenitura?

33 Y dijo Jacob: Júramelo en este día. Y él le juró, y vendió a Jacob su primogenitura.

34 Entonces Jacob dio a Esaú pan y del guisado de las lentejas; y él comió y bebió, y se levantó y se fue. Así menospreció Esaú la primogenitura.

 

Para satisfacer su hambre, Esaú desdeño y vendió lo qué habría podido ser la fuente de un futuro lleno de bendiciones y de abundancia a su astuto hermano.  En su lugar él eligió llenar su estomago en ese instante. Este tipo de acción demostró cómo Esaú carecía de principios y en lugar vivía una vida complaciendo lo que le satisfacía él en el instante. Veremos que “la fruta no cae lejos del árbol.” Esaú aprendió probablemente esto de su padre, porque como verán, “... amó Isaac a Esaú, porque comía de su caza” (Génesis 25:28). Tanto él amó la carne de venado de su hijo preferido que él eligió rebelarse en contra de la palabra de Dios que Jacob debe ser el que reciba la bendición de primogenitura (Génesis 25:23). Leamos dentro de Génesis 27:1 - 4,

 

1 Aconteció que cuando Isaac envejeció, y sus ojos se oscurecieron quedando sin vista, llamó a Esaú su hijo mayor, y le dijo: Hijo mío. Y él respondió: Heme aquí.

2 Y él dijo: He aquí ya soy viejo, no sé el día de mi muerte.

3 Toma, pues, ahora tus armas, tu aljaba y tu arco, y sal al campo y tráeme caza;

4 y hazme un guisado como a mí me gusta, y tráemelo, y comeré, para que yo te bendiga antes que muera.

 

Isaac ofreció su bendición a su hijo favorecido a cambio de un guisado de la carne de venado; una bendición que Esaú había desdeñado anteriormente, cuando él vendió su primogenitura a Jacob. Isaac no iba a morir tan pronto como él dijo.  Si leemos más allá en Génesis, este evento debe haber sido más de veinte años antes de su muerte. Así que, aunque no podemos probarlo, podríamos concluir, que esto era una maquinación de Isaac para comer la carne de venado. Ésta fue una pequeña indulgencia que termina mal, puesto que Isaac comió cabra, no carne de venado, y dio la bendición a Jacob. (Esto no excusa las acciones de Rebeca y de Jacob. Aunque tenían buenas intenciones – satisfacer la voluntad de Dios - lo hicieron con sus propios métodos, en vez de depender en Dios para hacerla.)  

 

El desinterés de Isaac de obedecer la palabra de Dios termina en una familia interrumpida: dos hermanos separados por odio y miedo y una madre en su dolor para el destierro de su hijo. La indulgencia del apetito fue la primera batalla ganada por Jesús contra el diablo en el desierto (Mateo 4:1 - 4). Permitiendo que el Espíritu Santo conquistara su apetito, Jesús pudo vivir una vida de en disciplina, principio y conforme a la voluntad de Dios. Aquí es donde Adán y Eva fallaron. Por el contrario, aquí es donde fueron victoriosos Daniel y sus amigos. Desemejante de los monos, Daniel, sus amigos, y Jesús no metieron su mano en el tarro. Adán, Eva, Isaac y Esaú metieron en el tarro, y no dejaron ir de las nueces. Puede decirte a ti mismo, “mi mano está ya en el tarro y tanto como quisiera, no dejaré ir de las nueces, yo no lo deseo.”  No tienes ningún poder para hacerlo por ti mismo.  Es solamente por poder del Espíritu Santo que puedes dejar ir de las nueces y sacar tu mano del tarro. La pregunta es: ¿elegirás dejarlo?