Friday, April 29, 2005

Las costumbres y las tradiciones

He aquí una historia que oí hace un tiempo que me parece que personifica el valor que nosotros los seres humanos les damos a costumbres y tradiciones. Hace muchos años, un oficial del gobierno que tomaba una caminata, encontró a un soldado parado junto a un jardín de rosas, como si él lo estuviera custodiando. Acercándose al soldado, el oficial del gobierno le preguntó, "¿Porqué está usted parado aquí?" El soldado, estando en posición de atención contestó, "Mi Señor, este es mi puesto. El lugar que me han asignado." Desconcertado, el oficial del gobierno pregunto, "¿Y porqué le han asignado aquí?" Incapaz de contestar, el soldado respondió, "Con todo debido el respecto, mi Señor, yo no cuestiono mis órdenes... No sé." Insatisfecho con la respuesta del soldado, el oficial del gobierno juró descubrir porqué él custodiaba un jardín de rosas. Volviendo a su oficina, el funcionario ordenó inmediatamente a sus ayudantes investigar. Algunos días pasaron, y no había respuesta, así que llamaron al supervisor de registro de archivos. Él seguramente podría descubrir porqué había un soldado que custodiaba el jardín de rosas en los predios del gobierno fuera de su oficina. Irritado que las cosas tardaran tanto, el funcionario fue a ver al supervisor de los archivos por una respuesta, y esto es lo que él encontró.

"Al parecer, y según el expediente," dijo el supervisor, "aproximadamente hace un siglo, estos edificios de la oficina gubernamental eran parte de una propiedad de la familia Real de entonces. Durante ese tiempo, una princesa que habitó aquí estaba enferma, y el jardín de rosas era el suyo. Ella, al parecer, amaba las rosas." Sintiéndose impaciente, el funcionario gritó así, "¿Qué tiene esto que ver con el soldado?" "Mi Señor, si puedo continuar," contestó el supervisor, "yo le aseguro que la historia contestará su pregunta." "Muy bien, continúe," dijo a funcionario. "Sí, mi Señor. Porque la joven princesa estaba gravemente enferma, el médico Real amonesto a sus padres que ella no debía salir del palacio por ninguna razón. La princesa, oyendo por casualidad la instrucción, quedo afligida porque ella amaba los predios del palacio, el sol, y las flores en particular. Ella se sentía que ella no sobreviviría si ella no pudiese ver sus flores queridas, y las rosas en el centro del jardín en particular. Sus padres, el rey y la reina, hicieron todo lo que podían para confortarla, pero ella se sintió absolutamente decaída, y deprimida. Temiendo lo peor, por fin determinaron un plan. Puesto que la princesa era alérgica a las flores, y especialmente a las rosas, sabían que no podrían intentar crecer las plantas florecientes adentro. "Pero, qué tal si un jardín de rosas se pudiese plantar afuera de su ventana," se preguntaron a sí mismos. Llamaron al jardinero, confirieron con él, y los planes fueron elaborados para plantar el jardín de rosas más extenso y más hermoso justo fuera de la ventana de la princesa. Los meses más adelante, el jardín completado, solamente un detalle quedaba por hacer; la protección de la princesa y de su nuevo el jardín. Para asegurar esto, el rey aprobó una ley que un soldado debe custodiar de día y de noche el jardín. "Usted ve, mi Señor," continuó el supervisor, " nunca abrogaron la ley a aunque la princesa estaba muerta, y por lo tanto un soldado continúa custodiando el jardín incluso este día." Sin poder hablar, el funcionario agradeció a supervisor y se fue del cuarto de los expedientes pensando, "cuántos otras cosas estamos haciendo que ya no con necesarias.” ¿Quizás puede ser que necesitemos hacer la misma pregunta de nosotros mismos, "¿Cuántas cosas hago yo nos son necesarias?

La respuesta puede sorprendernos. Las costumbres y las tradiciones son difíciles de dejar una vez internadas, porque ayudan a definirnos como individuos, y consolidan nuestros deseos de pertenecer. Como límites establecidos, las costumbres y las tradiciones hacen más fácil para que sepamos cómo comportarse, y que esperar de otros. Entregadas a través de generaciones, y reforzadas por los amigos y la sociedad, costumbres y tradiciones no se cuestionan a menudo. Inconscientes en cuanto a porqué nos envolvemos en éstas creencia, actitudes o comportamientos pre-aprobados, no tenemos a menudo ninguna idea en cuanto a qué las produjo, o aún quién los originó. Lo que es realmente extraño es que muchos de nosotros hallamos significado y propósito en estas tradiciones, y que sentimos que debemos protegerlas a toda costa. Es triste que podamos ser ofendidos tan apasionadamente e igualmente determinados a proteger cosas que por su propia naturaleza son transitorias.

Ésta es la situación que encontramos al leer Marcos 7. Los Fariseos tiene tradiciones y costumbres honradas por mucho tiempo. Estas son ceremoniales en naturaleza, ya que fueron entregadas por Moisés a los Israelitas en el desierto. El propósito de esta ley era múltiple, pero centrado en traer al sentido Hebreo la necesidad de la limpieza, de la pureza y de la santidad. Desgraciadamente, el significado de las leyes ceremoniales fue perdido de vista, y a través del orgullo y la perversidad humana, los lideres las hicieron una piedra de tropiezo a la gente. Los Sacerdotes, los Fariseos y los Escribanos encontraron una forma para encontrar una avería con los discípulos, a través del mecanismo de que Jesús no honraba sus piedras de tropiezos ceremoniales. Así, cuando los discípulos comieron el pan sin lavarse las manos, como era acostumbrado, los Fariseos promovieron la confusión y la incredulidad, llamándolas profanos a Jesús en la presencia de sus seguidores (véase la Marcos 7:2 - 5.) Las preguntas de los Fariseos divulgaron su creencia que la tradición de los ancianos era más importante y necesaria que la palabra de Dios. En el verso 6 de Marcos 7, Jesús les contesta diciendo:

6 ... Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito:
Este pueblo de labios me honra, Mas su corazón está lejos de mí.
7 Pues en vano me honran, Enseñando como doctrinas mandamientos de hombres.
8 Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres: los lavamientos de los jarros y de los vasos de beber; y hacéis otras muchas cosas semejantes.
9 Les decía también: Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición.
10 Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre; y: El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente.
11 Pero vosotros decís: Basta que diga un hombre al padre o a la madre: Es Corbán (que quiere decir, mi ofrenda a Dios) todo aquello con que pudiera ayudarte,
12 y no le dejáis hacer más por su padre o por su madre,
13 invalidando la palabra de Dios con vuestra tradición que habéis transmitido. Y muchas cosas hacéis semejantes a estas.

Y muchos cosas semejantes hacemos nosotros. Cuántas veces sugerencias para cambiar viejas costumbres son cuestionadas con el infame, "De ésta manera la hemos hecho siempre." Y usted puede oír de vez en cuando, "nosotros no deseamos cambiar." Pero, los que los dicen que quisieran que las cosas siguieran siendo iguales, son muy los mismos que se quejan del deterioro. Cuando nos comportamos como esto, es como si deseáramos cosas opuestas. En proporción con nuestro rechazo de la fuente verdadera del cambio y del crecimiento, es la fuerza de nuestro asimiento sobre tradiciones sin sentido. Es posible, hermanos y hermanas, que en nuestra ceguera -- en nuestra inhabilidad de considerar las cosas realmente son, sin el discernimiento espiritual - estamos rechazando la fuente de la luz y de la vida. Sin el trabajo especial del Espíritu Santo, podemos reforzar las costumbres y las tradiciones que anulan la palabra de Dios.

El establecimiento de nuevos prácticas, tradiciones y costumbres de sustituir las viejas maneras, no son necesariamente la respuesta tampoco. Porque podemos sin saberlo establecer lo que es tan desprovisto del poder y la bendición del Espíritu Santo como hemos lo que hemos dejado detrás. Nuestra necesidad verdadera es la unión con Dios. No en el sentido de Dios y Yo, sino que él y yo seamos uno. Y ninguna cantidad de tradición o de costumbre -- vieja o nueva -- puede facilitar ese tipo de unidad. Esta se encuentra solamente en el rendimiento de nuestro ser, nuestra voluntad o nuestro amor propio a Él. Dios dice, "Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; Y salva a los contritos de espíritu," y "... Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados. (Salmos 34:18; Isaías 57:15.)

La hermana White ha dicho en el Deseado De Las Todas Las Gentes que incluso cuando están confrontados con "Así dice el Señor..." muchos elegirán sus costumbres y tradiciones, así tan profundamente están ellas enraizados. Hermanos y Hermanas, no podemos sostener las cosas que son innecesarias y anticuadas aun más de lo que podemos establecer nuevos medios para observar viejos propósitos. El Señor es más que dispuesto acercarse más, y nos demuestra los principios verdaderos de su reino el cuál nuestras tradiciones y costumbres han estado ocultando. Él aun espera y es capaz, de hacer excesiva y abundantemente más lo que nosotros podríamos pedir o pensar (Efesios 3:20.) Elijamos en humildad de corazón y de la mente rendir nuestro ser, y para abrir la puerta a Él. Estaremos siempre gozosos de que lo hicimos.

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