Friday, April 28, 2006

Esperando en sumisión

En Samuel 3 se cuenta la historia de cómo Samuel tuvo su primer encuentro con Dios mientras que aún era muy joven. Dios le dio un mensaje para Elí, el Sumo Sacerdote y mentor de Samuel. Pues leemos en este pasaje, realizamos que Samuel tenia miedo de relatar el mensaje. Leamos en Samuel 3: 15 - 18,

15 Y Samuel estuvo acostado hasta la mañana, y abrió las puertas de la casa de Jehová. Y Samuel temía descubrir la visión a Elí.
16 Llamando, pues, Elí a Samuel, le dijo: Hijo mío, Samuel. Y él respondió: Heme aquí.
17 Y Elí dijo: ¿Qué es la palabra que te habló? Te ruego que no me la encubras; así te haga Dios y aun te añada, si me encubrieres palabra de todo lo que habló contigo.
18 Y Samuel se lo manifestó todo, sin encubrirle nada. Entonces él dijo: Jehová es; haga lo que bien le pareciere.

Samuel evadió a Elí. Pero, Elí vino a Samuel. Así pues, cuando era hora para el pequeño Samuel de entregar la palabra del Señor a Elí, Elí mismo pidió él. Dios entonces dio a Samuel las palabras a decir, la oportunidad, y el valor para hablar. Samuel esperó para utilizar su don cuando le fue dado para hacerlo.

Éste es la manera en que Dios trabaja. Dios puede darle un mensaje y el don para entregarlo. O, Él puede darle un trabajo y un don para realizarlo. Pero los detalles exactos en cómo el mensaje será entregado o el trabajo será hecho, es normalmente dado a base de necesidad. Si es un mensaje, Dios proporcionará las palabras exactas a decir, el tono de la voz, cuando y donde relatar el mensaje. Si nos ponemos a disposición del trabajo que el Espíritu Santo hace en nosotros, y si escuchamos su voz, entregaremos el mensaje como si Él mismo lo diera. Así es cómo el Señor trabajó con sus discípulos. Jesús dijo sus discípulos momentos antes de su ascensión y después de darles su comisión, "He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre(A) sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto” Lucas 24:49.

Y en Jerusalén se quedaron. Se rezagaron en Jerusalén estudiando las escrituras, confesando y arrepintiéndose de pecado, abandonando autosuficiencia, y rindiéndose a los amonestaciones del Espíritu Santo. Creyeron la promesa que Jesús les dio, "pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra" Hechos 1:8.

Diez días después de la ascensión de Jesús la promesa fue cumplida en una manera increíble. Leamos en Hechos 2: 1-6,

Hechos 2: 1 Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos.
Hechos 2: 2 Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados;
Hechos 2: 3 y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos.
Hechos 2: 4 Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.
Hechos 2: 5 Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo.
Hechos 2: 6 Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua.

El Espíritu Santo se hizo cargo de todo. Él dio a sus discípulos las palabras para decir, la manera de la cual serían dichas, y abrió la oportunidad de decirlas. El sonido del Espíritu que acometió en la ventana como viento violento y las voces de los discípulos que les hablan en las lenguas extranjeras desconocidas a ellos - no obstante conocidas a la gente reunidas en Judea para la festividad - atrajo la atención de la gente.

No hubo necesidad de anuncio o promociones. No hubo necesidad de clases de predicar o enseñar. No hubo necesidad de un estudio de mercadeo. Todo que lo que fue necesario era un corazón en sumisión al Espíritu de Dios que mora en nosotros. Los discípulos esperaron para utilizar su regalo cuando les fue dado para hacer tan.

Si nos rendimos a Dios como Samuel. Si esperamos en sumisión al Espíritu de Dios como los discípulos. Entonces esperaremos también para utilizar nuestro don cuando se nos sea dado a nosotros para hacerlo. Entonces Dios nos dará las palabras, el poder, y la oportunidad de decirlas con el poder y en la manera en la cual decirlas. Esperemos en sumisión y escuchemos.

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